lunes, 8 de agosto de 2016

WONDER WOMAN: TIERRA UNO

El escocés Grant Morrisón, celebrado autor que simultanea cómics de superhéroes (All Star Superman, Batman: Asilo Arham) con propuestas originales como Los Invisibles o We3, aprovecha el 75º aniversario de la amazona creada por William Moulton Martson para revisar su origen según parámetros del Siglo XXI. Le acompaña en la empresa el dibujante Yanick Paquette, con un estilo preciosista a medio camino de Adam Hugues y Frank Cho. El título, Tierra Uno, corresponde a la iniciativa de la editorial DC Comics de presentar sus personajes más emblemáticos bajo un nuevo prisma... y en el formato de moda: la Novela Gráfica.

Morrison se toma en serio el encargo. Se nota en la construcción del argumento, tirando de continuos flash-backs para disimular que es una historia de presentación. Si la deshuesamos, vemos que la energía se va en la caracterización del elenco principal y que los supuestos cambios quedan adelantados en la misma premisa: Wonder Woman visita el mundo de los hombres. Para ello, el escritor recrea una Isla Paraíso de perfección física enfrentada al caótico mundo exterior, azotado por guerras y desigualdades. Tampoco va demasiado lejos, en realidad: el supuesto edén es una monarquía absolutista por "la gracia divina" (en el sentido más literal) y nuestro mundo queda identificado con un puñado de militares de gatillo fácil y una hermandad que parece sacada de 'Desmadre a la americana' (J. Landis, 1978) solo que en versión femenina. La difícil confraternización entre el ideal y la vida cotidiana ofrece los diálogos más inspirados, en una suerte de lucha de sexos con sabor del Hollywood clásico. Ciertas alusiones lésbicas despertaron controversias allende los mares, pero resultan más bien pacatas en este contexto concreto. 

Paquette, bellamente secundado por el color de Nathan Fairbairn, ofrece un apartado gráfico apabullante. Sus críticos señalarán que las amazonas parecen extraídas de un catálogo de Victoria's Secret. En realidad, su mayor defecto es la imprecisión de los rostros, anclados en la misma expresión viñeta tras viñeta, a veces con obvias referencias fotográficas y cinematográficas. La narrativa del cómic -contagiada de la Promethea que Alan Moore y J.H. Williams III llevaron más allá- se desparrama en páginas que simulan frescos, con elementos como cuerdas o lazos -en la primitiva tradición de bondage soft del personaje- para sugerir las viñetas. 

La gran ventaja del tebeo es que deja con ganas de más. Es una pieza impecablemente escrita y dibujada, aunque no cuente nada nuevo. Un buen punto de partida tanto para quien se quiera subir al carro de uno de los personajes femeninos más carismáticos de la historieta como para los propios autores, quienes tienen camino expedito para profundizar en lo creado y explorar derroteros más intrépidos en futuras entregas. Un cómic del que se hablará -y mucho- cuando llegue a las pantallas la producción cinematográfica protagonizada por Gal Gadot, pero que tiene méritos propios para amenizar una tarde de lectura. 

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Javier Agrafojo.

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